domingo, 27 de noviembre de 2016

Hasta siempre comandante.

 Por. María D. Cruz.

No  atino a encontrar la palabra precisa para la expresión de un sentimiento que, por demás, es compartido y se difunde por el Universo, ese que, por su lado luminoso, te vio entrar invicto aquel 13 de agosto de 1926, para hacerte el Comandante de todos. Hace pocas horas tu figura retomó el verde-olivo inmortal.

De carne y hueso naciste, sí; pero te forjaron con la simiente de los guerreros y los héroes mitológicos, con la voz de los profetas bíblicos, con la bravura de los océanos, en el remanso cristalino de los ríos de la Sierra...
Viniste a la Tierra para decir y hacer para todos y por todos.

Él, tú, y yo, que vivimos tu sueño y soñamos tu verdad; éste, aquél y ese, que sonrieron por tu vida y vivieron por tu sonrisa y hoy clama por tu eternidad; ellos, ustedes y aquellos, frutos de tu gloria y glorias de tu fruto; qué hacer este día como no sea rememorar cada minuto de tu obra, de nuestra obra.
Para ti, siempre habrá un homenaje, una plegaria, un himno de amor, una lágrima…
Hermano del hermano, amigo del amigo, enemigo del enemigo, con el corazón abierto, el puño cerrado y la mano extendida, a cada quien lo suyo.
Porque tu savia es sabia, trasciendes el mundo.

Porque tú eres Fidel, porque somos tu pueblo, alcemos nuestros brazos para darte un primer adiós, nunca el último… un hasta luego Comandante.












































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