Son las dos de la madrugada y la música y los gritos en la casa de
Fermín continúan por lo alto sin que le importe los vecinos. Esta escena
se repite todos los fines de semana. Su ensordecedor equipo de música
se mantiene encendido las veinticuatro horas, en un nivel de volumen que
altera a todo el vecindario.
Muchos como Fermín no aceptan que convivimos en una sociedad donde debe primar el respeto entre todos, sin distinción de rangos o gustos; no tienen una conciencia clara de lo social, o simplemente no reconocen que el ruido es todo sonido fuerte no deseado, que produce molestias y sensaciones auditivas desagradables e incómodas. Al final el sonido es el que prevalece y la diferencia radica en los gustos de cada cual.
Quizás si las escenas fueran una o dos veces, en un cumpleaños u otro motivo, se podría dejar pasar aún sin estar justificada la música a todo volumen. Hay quienes dicen que estos comportamientos son productos de la actualidad, de los tiempos modernos que vivimos hoy día. Otros apuntan a la falta de cultura, de conciencia social, o a la educación que las familias inculcan a niños y jóvenes, que son en su mayoría los principales protagonistas.
El mayor problema no está en la causa, sino en cómo pararlo. Ahí es donde convergen diferentes aristas, unas más suaves, y otras más fuertes. No todas se pueden aplicar en las mismas circunstancias, en algunas la efectividad será mayor o menor que en otras. Creo que una camisa de fuerza no es la solución.
Pero hay regulaciones en contra del ruido. Nuestro gobierno en materia de daño al ambiente auditivo que nos rodea establece que la infracción de las normas relativas a los niveles permisibles de sonido (40 decibeles como máximo que establecen científicos relacionados con este tema), conlleva a la sanción de multas entre los 300 y 2 000 pesos, llegando también a la confiscación de los equipos. Incluso, por si no lo sabía, las fiestas hasta altas horas de la noche, necesitan un permiso de la autoridad o del presidente de la cuadra donde reside.
Para que se tenga consciencia de las medidas, algunos equipos de música a todo volumen pueden llegar hasta 100 decibeles, más del doble de lo permisible. Los científicos consideran que, dependiendo del tipo de ruido, la intensidad o fuerza misma de las vibraciones causadas por los altos niveles de decibelios pueden provocar pérdida de la audición.
Estudios recientes también demuestran que estar expuestos a niveles de ruido dañinos desencadena la formación de moléculas en el interior del oído que lesionan las células auditivas. Estas moléculas destructivas juegan un papel importante en la pérdida de audición que sufren niños y adultos que escuchan ruidos fuertes durante mucho tiempo, además de que provocan estrés, dolores de cabeza e incluso alteran el estado anímico del cuerpo.
Fermín debe entender que la fiesta es suya, no de la cuadra entera. También debe comprender que el volumen alto no convierte a esa diversión superior a las demás.
Fórmulas para solucionar por el medio de la paz estos problemas nunca faltarán, lo que en todas debe primar la comprensión. Para gustos se han hecho los colores… y los sonidos. Sus preferencias no tienen por qué agradarle al vecino. Si usted desea fiesta hasta el amanecer, nadie se lo está impidiendo, solo se ruega por la cordura y el volumen de sus actos. Recuerde que todos, sin excepción, convivimos en una sociedad, y que el exceso de ruido nos afecta a todos por igual.
Muchos como Fermín no aceptan que convivimos en una sociedad donde debe primar el respeto entre todos, sin distinción de rangos o gustos; no tienen una conciencia clara de lo social, o simplemente no reconocen que el ruido es todo sonido fuerte no deseado, que produce molestias y sensaciones auditivas desagradables e incómodas. Al final el sonido es el que prevalece y la diferencia radica en los gustos de cada cual.
Quizás si las escenas fueran una o dos veces, en un cumpleaños u otro motivo, se podría dejar pasar aún sin estar justificada la música a todo volumen. Hay quienes dicen que estos comportamientos son productos de la actualidad, de los tiempos modernos que vivimos hoy día. Otros apuntan a la falta de cultura, de conciencia social, o a la educación que las familias inculcan a niños y jóvenes, que son en su mayoría los principales protagonistas.
El mayor problema no está en la causa, sino en cómo pararlo. Ahí es donde convergen diferentes aristas, unas más suaves, y otras más fuertes. No todas se pueden aplicar en las mismas circunstancias, en algunas la efectividad será mayor o menor que en otras. Creo que una camisa de fuerza no es la solución.
Pero hay regulaciones en contra del ruido. Nuestro gobierno en materia de daño al ambiente auditivo que nos rodea establece que la infracción de las normas relativas a los niveles permisibles de sonido (40 decibeles como máximo que establecen científicos relacionados con este tema), conlleva a la sanción de multas entre los 300 y 2 000 pesos, llegando también a la confiscación de los equipos. Incluso, por si no lo sabía, las fiestas hasta altas horas de la noche, necesitan un permiso de la autoridad o del presidente de la cuadra donde reside.
Para que se tenga consciencia de las medidas, algunos equipos de música a todo volumen pueden llegar hasta 100 decibeles, más del doble de lo permisible. Los científicos consideran que, dependiendo del tipo de ruido, la intensidad o fuerza misma de las vibraciones causadas por los altos niveles de decibelios pueden provocar pérdida de la audición.
Estudios recientes también demuestran que estar expuestos a niveles de ruido dañinos desencadena la formación de moléculas en el interior del oído que lesionan las células auditivas. Estas moléculas destructivas juegan un papel importante en la pérdida de audición que sufren niños y adultos que escuchan ruidos fuertes durante mucho tiempo, además de que provocan estrés, dolores de cabeza e incluso alteran el estado anímico del cuerpo.
Fermín debe entender que la fiesta es suya, no de la cuadra entera. También debe comprender que el volumen alto no convierte a esa diversión superior a las demás.
Fórmulas para solucionar por el medio de la paz estos problemas nunca faltarán, lo que en todas debe primar la comprensión. Para gustos se han hecho los colores… y los sonidos. Sus preferencias no tienen por qué agradarle al vecino. Si usted desea fiesta hasta el amanecer, nadie se lo está impidiendo, solo se ruega por la cordura y el volumen de sus actos. Recuerde que todos, sin excepción, convivimos en una sociedad, y que el exceso de ruido nos afecta a todos por igual.